Dicen que los clásicos nunca mueren, y
Louis Vuitton está dispuesto a demostrarlo. Desde que en 1896
Louis Vuitton se convirtiera en marca de lujo gracias al nacimiento de la lona Monogram, la firma se ha caracterizado siempre por su saber hacer, así como por su distinción y elegancia.
Todo comenzó a finales del siglo XIX, cuando
Georges Vuitton, hijo del conocido Louis, su pasó varias semanas encerrado mientras dibujaba diferentes motivos para conseguir encontrar un símbolo distintivo para la firma. Después de mucho esfuerzo y muchas horas de dedicación, llegó a un diseño probablemente inspirado en los tradicionales emblemas japoneses – y es que esa era, al fin y al cabo, la era de la locura por todo lo japonés -. El diseño constaba de un círculo alrededor de una flor de cuatro pétalos y las iniciales de su padre entrelazadas, que había muerto años antes. A este motivo le dio el nombre de
Monogram.
Esta nueva lona se basaba en dos elecciones muy radicales para esa época: La primera, la elección de no utilizar estampados convencionales, dejando a un lado los
tradicionales motivos de rayas y cuadros usados por Louis Vuitton hasta la fecha, ya que eran demasiado fáciles de imitar.
Y la segunda, como consecuencia de esa primera elección, la de crear
un nuevo estampado única y exclusivamente para Louis Vuitton. En 1896 nació la lona Monogram, que fue registrada como diseño en 1897 y
en 1905 como marca.
